Viciada y dispersa como el humo apagado que recorre silencioso el borde de mi taza blanca, algo desgarrada , tímida y repugnada, esta molestia de quebrar el cuerpo , saliéndome, así , todo el tiempo en arcadas del alma para el alma, arrastrando los pies descalzos de vida sobre las grietas de mi suelo, a saber, todavía estoy.
Resucitado de algún despojo, buscándote en el siempre mareado, nublado, de grises y torcazas comprendiendo errores sin poder de solución, un acto, dos actos y dos besos.
Entonces entro en el deposito de estas cosas y corro y sigo, mintiéndote, espejos azules, y garrotes de mármol y adrenalina en el pecho, pero tiemblo, aprendí a dislocarme la cabeza con las manos abiertas, y los parpados pesados. Todo en el último azul del día, esperando quizás tu luna y una bala.
Desnuda y con la boca seca, cargo sobre el flanco de la idea y se quiebra el en mi, salpicándote de astillas o de pétalos un árbol fulminado, un quiosco vacío y diez lagrimas por cada poro de tu piel
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