viernes, 5 de junio de 2009

[00:05]

Reconocer alarmado la música del despertador.
Pensar si a ese estruendo se lo puede llamar música.
Intentar articular las señales neuronales de manera de mover los brazos. (Sinapsis neuronal y muscular).
Sacar lentamente el brazo de debajo de la sabana.
Descubrir que en la habitación la disminución del calor es escalofriante
Responder al frío con un movimiento torpe que tire el despertador.
Agradecer a dios aquel estúpido vicio de tirar las almohadas entre sueños.
Descubrir que finalmente se está más despierto de lo que se supone.
Reconocer que unas ganas espantosas de ir al baño se apoderan de nuestros riñones.
Pensar en todas las tareas que realiza el cuerpo inconscientemente.
Seguir escuchando el chirrido del despertador, ahora apoyado en la almohada. La almohada en el suelo.
Descubrir definitivamente que eso no es música o que no entra dentro de la categoría subjetiva de música. Maldecirse por agnóstica.
Tomar el reloj despertador. Mirar la hora y pensar, "todavía tengo tiempo". Cambiar el horario de la alarma y dormir por cinco minutos más

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